11 may 2017

Principio de incertidumbre (XIV Premio Nacional de Poesía “Ciega de Manzanares”)

“...aterido yo mismo ante el espanto ahora
busco un lugar sereno, una lección de calma.”
(Santos Domínguez Ramos)

Manzanares, tierra de buenos vinos y poetas, con el grupo literario “Azuer” aportando valiosos esfuerzos, traducidos en la revista “Calicanto” (1996) y los premios nacionales (relatos y poesía), convocados gracias al valiente patrocinio del Ayuntamiento y la gestión de su Concejal de Cultura, Silvia Cebrián. Por cierto, suben dotación en poesía: 3.000 euros y publicación (web municipal).

El jurado que preside Antonio Hernández (Premio Nacional de Poesía) y formaban de vocales Antonio García de Dionisio, Cristobal López de la Manzanara, Teodoro Serna y Manuel Laespada (poetas del grupo “Azuer”), concedió por mayoría el XIV Premio Nacional “Ciega de Manzanares”, al libro titulado Principio de incertidumbre, original de Santos Domínguez Ramos.

Santos Domínguez Ramos (Cáceres, 1955) es Catedrático de Literatura. Creó la red de talleres literarios en Extremadura (1996) y la coordinó seis años. Fundó y dirigió (2000-2006) el Aula dedicada en Cáceres al poeta José María Valverde. Miembro de la Asociación Española de Críticos Literarios, tiene publicados 17 libros y 14 premios importantes. Las provincias del frío (“Eladio Cabañero”, 2006), lo recomendó la crítica entre los mejores libros del año (finalista del Premio Nacional de Poesía). Pórtico de la memoria (Badajoz, 1994), iniciaba su libre caminar: el pasado 2016 conseguía el “Juan Ramón Jimenez” con El viento sobre el agua. Sus versos están traducidos a varios idiomas.

Principio de incertidumbre (Huerga-Fierro. Madrid, 2016) suma 31 poemas (todos llevan citas) en dos partes, Ritual de bengalas (16) y La memoria habitable (15), más el umbral desgarrador Plegaria del solsticio: “Señor de las tormentas, líbranos de los muertos/ pasados y futuros/.../ Tú que miras ahora desde la ardiente sílaba,/ desde la nada fría de tu sangre sin nadie.” (p11)

Domínguez Ramos levanta su voz para sentir profundas heridas en la carne y poder hablar solo del silencio: “Fluyen sobre la casa/ el tiempo, el viento, el hueco/ del vértigo, el vacío de otro tiempo sin tiempo/.../ sin nombre y sin respuestas.” (p33)

Sueño de las hogueras, fulgor y sombras, espejo de grandes autores (José A. Valente), siempre pura desnudez: “El idioma del viento/ va al cóncavo silencio de la noche/ y el zumo amargo que en las venas arde/ es sustancia callada que nutre la memoria.” (p38)

Santos Domínguez Ramos necesita buscar nuevas estrellas, ver universos insondables, porque sabe lo pequeños que somos: “Fuego, arcilla poblada por la emoción del pájaro,/ palabras abisales que suben de la cueva,/grieta incisa en los genes atónitos del miedo.” (p.46)