31 ago 2011

Sagrario Torres, una voz inolvidable

Organizado por la Asociación Cultural “Viento Solano”, el 25 de agosto se celebró el “IX Encuentro Poético Villa de Santa Cruz”, donde fueron evocadas la figura y voz inolvidables de Sagrario Torres (Valdepeñas, 1922-Madrid, 2006). Asistieron más de 250 personas, entre las que se encontraban su hijo, Francisco Javier, y su nuera, Mª del Carmen, junto a numerosos escritores y poetas llegados desde distintos pueblos de la provincia y Madrid.

En los patios del Hotel Casa-Palacio (siglo XVI), maravilloso lugar de La Mancha, las musas celestiales recibían con pétalos de rosas a los tres poetas invitados: Luis García Pérez (Puertollano), Pilar Serrano de Menchén (Argamasilla de Alba) y José-María González Ortega (Ciudad Real). Con ellos, Natividad Cepeda (Tomelloso), que supo destacar los altos ideales de Sagrario Torres, el talento como sonetista, la luz apacible de su mirada, antes de recitar varios poemas: “Desde lo más profundo/ mis raíces se vuelven de cristal./ De cristal cada gota de sangre./ Se transforma la madera porosa de mi árbol./ El viento no podrá ya removerme, sacudirme./ Aniquilarme la carcoma.” Juan Antonio Arroyo, en nombre de “Viento Solano”, y Eugenio Arce, asesor de estos encuentros y Presidente del Grupo Literario “Guadiana”, presentaron a los participantes. Todos coincidieron al valorar las cualidades humanas de Sagrario Torres; la cultura, verdad y transparencia de sus obras: Catorce bocas me alimentan (1968), Hormigón translúcido ((1970), Carta a Dios (1971), Esta espina dorsal estremecida (1973), Los ojos nunca crecen (1975), Regreso al corazón (1981), Íntima a Quijote (1986), Poemas de La Diana (1993) y Ritmos desde el péndulo de mi vida (2006). Nueve títulos agrupados en “Estremecido verso” (2006), brillante antología publicada por la Biblioteca de Autores Manchegos de la Diputación de Ciudad Real y realizada por José Mª Balcells, catedrático de Literatura Española de la Universidad de León. Tuve el privilegio de conocer a Sagrario Torres. Participamos muchos compañeros de la provincia y resto de España, en un homenaje tributado por sus amigos de Valdepeñas (1981). Recité mi poema “Alas de carne”, nos dimos un abrazo fraternal y le dije que la lectura de su libro autobiográfico, Los ojos nunca crecen, fue un impulso vital en mi vocación poética: “Yo no quiero ir al cielo./ ¿Por qué?, me preguntó una niña de esas/ que en los colegios se hacen las más santas./ Porque quiero jugar y no morirme./ Se lo contó a una monja,/ y me encerraron en la carbonera.”

Mujer trabajadora y madre llena de ternura, sus inquietudes eran avanzadas en el tiempo sombrío que le tocó vivir. Amó siempre las palabras: hacen posibles sueños imposibles. Compartía su pasión, el destino de decir y ser más humanos gracias a la fuerza conmovedora de la poesía: “Contigo irá mi sombra. Cuando cruces/ de nuevo un mundo de dolor y queja,/ me alzaré como un monte hacia tu vida.”

El Gobierno de Castilla-La Mancha concedió a Sagrario Torres Calderón la Placa al Mérito Regional (2005): “Por su obra literaria y una vida dedicada a la investigación y la escritura”. La recogió su hijo, Francisco Javier, y la escritora valdepeñera la pudo tener en sus manos antes de fallecer el 5 de marzo de 2006.


Libres, rebeldes, estremecidos versos luchan por un mundo mejor. Poemas de La Diana (donde caerían las bombas) está escrito sobre Anchuras. Fiel testimonio de su compromiso con la naturaleza, los seres, las cosas, la belleza de nuestros pueblos. Sagrario Torres estuvo allí, hasta lograr en 1996 la derogación del R.D. de 20 de julio de 1988, que declaraba dicha localidad como Zona de Interés para la Defensa (Campo de Tiro): “En Anchuras,/ no pudieron los Hércules vencer a los Anteos,/ cosidos a la tierra de sus mañanas y sus noches.../ Nadie volvió. Nadie ha querido desfigurar/ seis mil hectáreas de esta tierra.”


Cumplido el 5º aniversario de su muerte, la poesía inolvidable de Sagrario Torres sigue latiendo.

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