José Antonio Valle Alonso publica su décimo libro de poemas, Volcán de los deseos.
En la entrega de premios del certamen anual que convoca el Grupo Literario “Guadiana” (12-XI-2011), conocimos al poeta José Antonio Valle Alonso, premiado con su obra titulada “Un jardín en las nubes”. A Natividad Cepeda le fue concedido el 2º premio, por “Evasión”. Ambos poemas serán publicados en el próximo nº XLIV (2ª Época) de la revista “Manxa”.
José Antonio Valle Alonso nace en Villamor de los Escuderos (Zamora) y, tras haber vivido en París el inolvidable “Mayo del 68”, reside desde 1977 en Valladolid, donde forma parte de los grupos “Sarmiento” y “Juan de Baños”. Autor de diez libros, dos editados en París y los siguientes en Valladolid: Luz y tinieblas (1976), Marchito rosal (1979), La soledad (1987), Hacia la luz desnuda (1994), Primavera íntima (1997), Bajo el puente de Cronos (1999), Alondras en el páramo del tiempo (2001), La espiral del sueño (2006), Temblor de sombras (2011) y Volcán de los deseos (2011).
Ganador de destacados certámenes poéticos, figura en varias antologías y los volúmenes: “Homenaje a Hugo Mujica” (XIV Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Salamanca, 2011) y “Los poetas y Dios” (VII Encuentro Internacional. León, 2011). Ha participado en tres obras colectivas editadas en Palencia por la tertulia “El Saloncillo”: “A propósito de octubre” (1996), “Hojas de luz” (2001) y “Veinte otoños” (2006).
Pasiones literarias, afectos compartidos en grupos, tertulias, recitales.... Araceli Sagüillo tiene palabras fraternales para “Volcán de los deseos”: “Claridad y sencillez desvelo /.../ y me adentro en su lectura y percibo su manera lírica de concebir la vida. Este poeta, sin poesía, nunca lograría ser feliz.” (p.7) Un lírico preludio, más 43 sonetos blancos, 7 prosas poéticas y 4 romances, con esta cita de Quevedo: “¡Oh monte, emulación de mis gemidos,/ pues yo en el corazón y tú en las cuevas,/ callamos los volcanes florecidos!” (p.13)
José Antonio Valle, servidor de palabras que no conocen el miedo ni saben mentir, tuvo a bien enviarme su nuevo libro de poemas, tributo al amor poblado de bellas imágenes, ojos, labios, cuerpos, almas capaces de volar sin tener alas: “Donde podamos ser donde el olvido,/ donde el amor eternamente queda/ en la absoluta levedad del tiempo/ más allá de la estela de los astros.” (p.53)
Pablo Neruda dijo de sus blancos y renovadores “Cien sonetos de amor” (1959): “Son de madera, catorce versos de arte mayor (endecasílabos, alejandrinos, etc.) sin rima.” Me gusta la pureza del soneto clásico, pero muchos poetas actuales usan este estilo, donde no se ciñen a rimas fáciles o ripiosas. Recuerdo que mi tío José Pastor (colaboró en LANZA) me reveló no hacía falta molestar a las pobres neuronas, pues junto a las obras completas de Gª Lorca y de la misma editorial (Aguilar, 1946), tenía un enorme tomo de Pascual Bloise cuyo título me sorprendió, “Diccionario de la Rima”, precedido por un “Tratado de Versificación” y todas las posibles combinaciones de rimas castellanas.
Amor, necesario para superar las amarguras que nos invaden: realidad y deseo. El poeta da la mano al amor -lazarillo de luz- para no perderse, desesperadamente solo, en un mundo de sombras y tigres al acecho. La poesía pone alas en los labios de José Antonio y siempre lo salva de caer al abismo. Siente cosas esenciales, ocultas en silencio, detrás de las palabras: “Y te sé en el silencio de las cosas/ a mi lado, aquí en estos versos/ tuyos, ahora que están viendo la luz.” (p.33)
Amor y poesía, ¡bendita locura! León Felipe, también zamorano, en el exilio reclamaba nobles ideales poéticos: “Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y… ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo.”
José Antonio Valle Alonso visitó Ciudad Real, acompañado por una de sus hijas. Sabe bien que por La Mancha siguen existiendo quijotes y dulcineas, idénticos a los descritos en sus versos visionarios: “...amor, para tenerte/ dentro de mí, la sangre desgarrada,/ lava viva, volcán de los deseos/ de este insomnio de mares encendidos.” (p.63)
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