José Rivero Serrano (Ciudad Real, 1951), conocido dentro y fuera de la provincia por relevantes aportaciones al estudio de la arquitectura –profesión que ejerce– y colaboraciones artísticas e históricas en varios volúmenes y revistas culturales, ha presentado su nueva obra narrativa titulada Paisaje Infinito.
Es autor de nueve libros más; entre ellos: El sentido de la mirada y El jardín abandonado (Diputación de Ciudad Real, 1998 y 2003), y Memoria de cosas (Ed. Celeste. Madrid, 1999). Trabajos que se ocupan de las artes plásticas en Ciudad Real y los inconfundibles signos y señas de identidad de Castilla-La Mancha.
Paisaje Infinito lo ha publicado Almud y forma parte de Biblioteca Añil Literaria con el nº 9. Almud (donde participó José Rivero) es una editorial castellano-manchega caracterizada por su perseverante respaldo a los creadores de nuestra región. Atesora selecta literatura en los diferentes ámbitos artísticos: narrativa, historia, ensayo, poesía, biografías, antologías, etc. Desde su creación (1993) la dirige nuestro paisano Alfonso González-Calero. Próximamente será presentado en Ciudad Real el nº 12, titulado 40 latidos, del escritor y poeta Manuel Juliá.
En la solapa del libro se manifiesta: “No todo Paisaje Infinito puede ser entendido como ficción, ya que en él hay memoria personal y memoria histórica; películas verdaderas y falsos libros; traductores imaginarios y cantables reales; ciudades existentes… Es un mosaico que combina ficción y realidad, para describir una historia que se desliga en siete estampas y tres momentos temporales: 1946, 1974 y 1977.”
Rivero quiere dialogar sin temor a “los grises”, ofrecer datos, declaraciones escalofriantes, respuestas justas. Necesita decir que la libertad no surge de la nada: existen fanatismos, rencores y sombras…, las mismas sombras –ávidas de sangre– acechando siempre.
Describe la pasión y la nostalgia de aquellos ideales (latidos y sueños) que nunca pueden morir: son pedazos de vidas, testigos de la libertad irrenunciable recobrada para Portugal por la “Revolución de los claveles”; son conocimientos que transitan por puntos oscuros, aportan claves sobre la posguerra española; son profundos y violentos testimonios documentados; y, finalmente, son señales que anuncian el arribo de nuestra transición democrática.
¿Escritor para la inmensa minoría? Erudito, riguroso, sensible… Autores adyacentes serían Martín Santos (Tiempo de silencio) y Julio Llamazares (Luna de lobos), pues la prosa culta de José Rivero –deviene poética, sin confundir– habla también del mundo de “Los Maquis”.
El poeta, narrador y crítico albacetense, Antonio Martínez Sarrión, incluido por Castellet en el grupo de los nueve “novísimos” (1970), presentó en Ciudad Real Paisaje Infinito. Para focalizar su análisis se refirió a la literatura española de la transición, producida en pleno franquismo, citando obras maestras de Delibes, Goytisolo, Montalbán, Marsé, Mendoza...
Sarrión considera que José Rivero “se aparta de la novela realista, utilizando tres personas narrativas: el monólogo interior (como ya habían hecho Proust o Joyce), la segunda persona y el estilo indirecto, libre.” Resalta su rigor estructural, de “arquitecto” que perfila la sólida descripción de personajes, círculos concéntricos complementarios, modulaciones establecidas en el espacio-tiempo, una caja de sorpresas que contiene muñequitas “matriuskas”: pequeños símbolos de viajar solidario del yo al vosotros, querer llegar con el alma al verdadero sentido de la escritura y descubrir ese final iluminador de las historias que se viven y se cuentan.
Tres ciclos temporales (casi toda la Dictadura), donde el escritor ciudadrealeño propone meditar de principio a fin sobre las esencias y los abismos de la condición humana, revestidos por censura, miedo, persecuciones, represalias, penas de muerte. Doloroso silencio, la terrible represión franquista de posguerra: “Si no cuento lo que supe y escuché; si no lo propago, lo digo y lo publico; todo que aquello que supe y conocí, todo aquello que fue y dura poco, desaparecerá conmigo”.
A José Rivero le preocupan la trascendencia y los límites del discurso, desplegando su don para fijar el espíritu de sucesos reales y de relevancia histórica, situaciones y lugares concretos, vinculados a tan brillante investigación creativa y donde aún se aferra –lúcida– la memoria: “… ¿contar para qué y para quién?, ¿contar, cuándo y dónde? Cuando ya nadie ni nada recuerda, cuando ya la vida sepulta y ciega los días pasados. Cuando ya el fuego se extingue y las aguas se amansan en el delta de su desembocadura como una muerte extraña y desconocida.”
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