Bellos adjetivos definen la verdad poética de Rafael Simarro Fernández de Sevilla (Villanueva
de los Infantes, 1929-2002), conocido “quijote” en el pueblo que le vio nacer y donde descansa.
Mis manos acarician “Canto de amor para este mundo altivo” (1977), primero de sus seis libros
publicados y cuyos poemas siguen actuales: “Es necesario que el amor conjure/ el viento negro
de enconadas guerras;/ que sepa el hombre que este pan no es suyo/ si no lo parte en rebanadas
rubias.” (p.58)
Antes de comentar sus obras, he querido dedicar al poeta Rafael Simarro (hijo) un testimonio
de mi amistad con su padre, quien seguro estará complacido de ver encendida la llama del amor
en versos sinceros, transparentes, hondos...
Rafael Simarro Sánchez (1962) nació y pasó su infancia en Villanueva de los Infantes. Residió
diez años en Madrid (1980/90), donde cursó estudios de Derecho. Vive y trabaja en Ciudad Real
desde 1990. Es autor de tres libros: Beberse el Leteo (2008), Cuando nada importe (2010) y Justa
medida (2011). Colaborador de las revistas literarias “Manxa” y “Azahar”. Incluido en el volumen
antológico “Azahar” (Conil de la Frontera, Cádiz). Varios blogs culturales ofrecen poemas
suyos: “...amor sobre la tierra,/ el nido del zorzal y la paloma,/ los bosques milenarios,/ los
inviernos/ de sueño/ y el corazón del trigo,/ latido universal del que formamos parte,/ proyecto
que nos lleva/ y nos vuelve infinitos...”
Vida, amor, soledad, muerte y destino del alma: Dios. Temas esenciales plasmados en versos
libres y composiciones clásicas, sobre todo sonetos, que despliegan cultura literaria, dominio del
lenguaje (fondo y forma), gratitud a maestros ilustres, pasión lírica: “Pocas veces el mundo, ante
tanta belleza/ perdida para siempre, te podrá ver los ojos,/ si vueltas las espaldas me olvido de tu
historia.” (“Manxa”. Nº XLI. 2010)
Las palabras inmarcesibles seducen su joven corazón (Madrid, 1981) y Rafael Simarro Sánchez
se reconoce poeta. Decide caminar entre luces, sombras, arenas movedizas... Avanzar siempre
con sencilla ternura hasta las raíces del dolor. En esta vida hay ríos sin piedad, capaces de
borrarnos la memoria como el celestial Leteo: “...cuyas aguas nos vuelven/ hacia nosotros
mismos,/ en un postrer bautizo/ de vida inmaterial y de olvidanza.” (p.38)
El escritor Esteban Rodríguez destaca: “...necesitamos, él necesita, postular un “Alguien” que
está más allá de las preguntas, las respuestas, los sentimientos que inspiran la belleza, la bondad,
la justicia, que resuenan en el mundo y dentro de cada uno.” Así, desde el silencio hacia Dios van
los libros de Rafael Simarro, Cuando nada importe: “¿Porqué no ha de ser cierto este presagio/
que nos late en las sienes?/ Hambre de Dios...” (p.18) y Justa medida: “Como palabra revelada y
nueva,/ siembra nuestro interior, pugna, renace/ y noble llama la Verdad asciende.” (p.45)
La poesía no descansa, busca, descubre, siembra, desarrolla sensibilidad: voces apasionadas
que respiran, tiemblan, aman, sufren... y recuerdan el verdadero significado de las cosas. Poetas,
ellos saben perdonar heridas, ausencias (un hermano) grabadas en el alma: “Abrió tu puerta
Dios, con manos llenas/ de una dulce piedad, para del lodo/ redimirte por siempre de las penas.”
(p.34)
Hace muchos años me dijeron: “Te tomas muy a pecho la poesía.” Amigo Rafael, hoy deseo
repetir las palabras finales escritas en tu dedicatoria: “Es lo único que merece la pena.”
Lanza Digital
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