Dios enciende la poesía de Francisco Mena Cantero.
“Dios del venir, te siento entre mis manos...”
Juan Ramón Jiménez.
Revelada sobre todas las cosas que nos acompañan mientras existimos, una conciencia superior
enciende la poesía de Francisco Mena Cantero.
Nacido en Madrid (1934), lleva muchos años en Sevilla, pero sus raíces son manchegas y sabe
volver a Ciudad Real, cuyo Ayuntamiento le ha nombrado “Hijo Adoptivo” (2014) por su brillante
trayectoria, dedicándole la calle del Progreso, lugar de juegos infantiles, amor y dolor, juventud y
cultura: tiempos difíciles vividos durante la posguerra.
Maestro de maestros, entre sus obras cito “La fe que nos lleva”, XX Premio Mundial de Poesía
Mística “Fernando Rielo” (2000); sin olvidar que nuestro paisano también es “Hijo Adoptivo”
(2003) de Fontiveros, cuna de San Juan de la Cruz, el Patrón de los poetas españoles.
Tras leer y meditar su nuevo libro, “En el viento tampoco” (Ed. Vitruvio. Madrid, 2014), necesité
hablar con Paco. Siempre puedo sentir el calor del amigo fraternal: “Lo triste no es morirse, sino
hacerlo/ sin haber aprendido qué es la vida.” (p9)
Dios existe para los creyentes de todas las religiones, aunque no sean iguales sus ceremonias o
las promesas de vivir eternamente. El poeta nunca pide catecismos, golpes de pecho, ni defiende
fantasías; lleva desnuda su verdad a flor de piel: “La palabra de Dios es el silencio./ Penetra como
un dardo/ siempre esperado, y me trasciende/ haciéndose cobijo en mi interior.” (p47)
“En el viento tampoco” suma 33 poemas de varios estilos en dos partes, “Naturaleza viva” y “Mar
de fondo”, más un epílogo, “Siempre”, facilitando respuestas a sus propios interrogantes: “Nunca/
se acaba todo./ Siempre/ hay un don que nos llega/ como regalo fiel desde la altura.” (p73)
Francisco Mena Cantero trae noticias de las cosas que pueblan este mundo (tierra, cielo, mar) y
le transmiten imborrables huellas del Creador: “Tu amor, meciéndose en el mundo,/ del caos hizo
un cosmos infinito.” (p25)
Versos sencillos de notable poeta. Un hombre solo que sin descanso busca, necesita, quiere abrir
ojos y pensamientos hacia cumbres hermosas: “Qué voluntad la mía de hallar la tuya, Dios.” (p54)
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