7 oct 2014

Palabra compartida, Antología Poética de Eladio Cabañero

Antología Poética de Eladio Cabañero publicada en la BAM.
(Introducción y selección de Pedro A. González Moreno)

“Luz prohibida,
carne de nuestra carne es el poema.”
Eladio Cabañero.

Introducida y seleccionada por el escritor, poeta y crítico literario Pedro A. González Moreno, la Biblioteca de Autores Manchegos (BAM) de la Diputación Provincial de Ciudad Real, ha publicado una Antología Poética de Eladio Cabañero titulada –justamente– “Palabra compartida” (Colección General. No 190).

Entre los grandes nombres de su generación, Eladio Cabañero (Tomelloso, 1930–Madrid, 2000) destaca por su formación autodidacta: sólo pudo ir al colegio 5 días. En 1940 fusilaron a su padre, fotógrafo y maestro (militante socialista). Niño huérfano de la guerra incivil, realizó tareas de hombres en campos, viñas y bodegas; fue aprendiz de albañil y oficial: “La gente se hizo dura,/ y a los niños dejaron de querernos./ Y nosotros, mis primos, mis amigos,/ no volvimos tampoco de la guerra:/ de repente crecimos...” (p.116)

Joven poeta, ligero de equipaje y cargado de tristes recuerdos –inolvidable dolor–, decide probar fortuna en Madrid (1956). El novelista Francisco García Pavón (feliz al verlo devorar libros en Tomelloso), le buscó empleo en la Biblioteca Nacional y continuó durante 12 años. En la editorial Taurus estuvo 10 años. Redactor Jefe de la revista La Estafeta Literaria y posterior Nueva Estafeta, se jubiló en el Servicio de Publicaciones del Ministerio de Cultura.

En 1956 aparece su primer libro, “Desde el sol y la anchura” (Ayuntamiento de Tomelloso. Gráf. Sánchez, Madrid). Dos años más tarde, “Una señal de amor”, Accésit del Premio Adonais (Madrid, 1958). El tercero, “Recordatorio” (Ed. Taurus. Madrid, 1961). Por último, “Marisa Sabia y otros poemas” (Gráf. Halar, Madrid), logra el Premio Nacional de Literatura 1963: “Hoy sé que por ti he sido capaz, Marisa Sabia,/ de levantar a pulso,/ espuerta a espuerta,/ un cerro o una torre,/ un chorro de silencio incontenible/ hasta subir al infinito y verte.” (p.163)

Eladio Cabañero formó parte del grupo madrileño surgido entre 1950–1960: Claudio Rodríguez, Ángel González, José Ángel Valente y Carlos Sahagún. Admirador de Antonio Machado, escribió 4 libros en apenas 8 años de intensa creatividad. Recopilados en “Poesía 1956–1970”, consiguieron el Premio de la Crítica 1971. Pero un día (como su amigo José Hierro), supo que las musas vienen cuando quieren y guardó silencio. Claridad, mensajes humanistas, difícil sencillez, fueron aislados en tierra de nadie: “Vine a dejar palabras repartidas,/ traigo más versos que minutos, más/ pan que oro./ Por si a la gente sirve, quiero amarla,/ por eso nunca olvido emocionarme...” (p.71-72)

Cuatro libros nada más (o nada menos), reunidos hace 44 años en la misma edición utilizada por el antólogo, quien al final incluye un racimo de “Poemas sueltos y homenajes”, pruebas de culto hacia los maestros (Rubén Darío, Quevedo, César Vallejo), amigos (Gerardo Diego, Luis Rosales, Diego J. Jiménez) y paisanos (García Pavón, Félix Grande, Antonio López García).

Pedro A. González Moreno, autor del ensayo “Aproximación a la poesía manchega” (BAM. 1988) , además de conocer a fondo las obras del ilustre tomellosero, varias tardes compartió mesa en las tertulias del Café Gijón. Reivindica su voz sincera, nunca contaminada por rencores, acogedora de vocablos manchegos: “tozas, alas de vertedera, estevas,/ gradas, envainas, destrales y hocinos,/ estrinques y podones...” (p.123)

Naturaleza libre, juegos inocentes, oficios duros (albañiles, labriegos, pastores). Memorias de la niñez y juventud vividas en Tomelloso. Versos en carne viva dirigidos al corazón de Marisa Sabia, gentil dulcinea, refugio dulce para el tiempo de sombras que padecieron muchos poetas de su generación desarraigada: “Querida mía, pequeña Sabia, novia/ nacida no en Castilla ni otro reino,/ sino del alma universal llegada/ justo a la vida...” (p.167)

Aunque Madrid sería la morada final, Eladio Cabañero siempre añoraba su querido Tomelloso. Meses antes de morir, el Alcalde le impuso la Medalla de Oro de la Ciudad.


Eladio Cabañero y José Hierro

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