Desde España y Sudamérica, 705 libros optaron al VI Premio de Poesía “Federico Muelas”. Convoca el Ayuntamiento de Cuenca (2.000 euros y publicación). La clave: facilitar correos electrónicos (uno por autor, más el archivo “plica”).
Poetas, novelistas y profesores forman este laborioso jurado. Distinguieron el título “Calle del Reloj”. En acto público descubrió su plica el Alcalde, Juan Ávila, y llamó para felicitar al ganador, Ignacio Jesús Sánchez-Tembleque González (Majadahonda, 1978). Licenciado en Filosofía y Letras (U.C. de Madrid), ejerce como Profesor de Enseñanza Secundaria.
El año 2006 publica su primer libro, “Los pasos rotos” (XII Premio Universidad de Sevilla, 2005). Siguen nuevos pasos, viajes, huellas... y los espejos dicen la verdad. Ignacio Sánchez busca sueños infantiles, historias vividas en la “Calle del Reloj” (Ed. Vitrubio. Madrid, 2015), donde 50 poemas confirman el acierto del jurado: brevedad, sencillez, latidos universales. Aquí no falta ni sobra ningún verso.
Pedro Antonio González Moreno firma su prólogo (“Espejos donde atrapar lo efímero”). Reconoce, siente la voz del alumno (tenía 15 años) Ignacio Sánchez: “Le recuerdo con una poderosa inclinación a la poesía. Tal vez aún no escribía /.../ pero sí era capaz de recitar de memoria, en su versión latina, los versos del 'Beatus ille' horaciano.” (p.7)
Poesía siempre misteriosa, fluye con la meditación y desborda luz inspirada por sabios maestros. Sucesivas preguntas y varias respuestas esenciales: “¿Dónde están todos los que fuimos?,/ ¿dónde/ los que ya no seremos?/ La vida fue perdiéndose en los trenes/ que no cogimos nunca.” (p.52)
Ignacio Sánchez cita un ilustrador verso de Luis Rosales: “...bajando la escalera saltando de año en año.” (p.19) Aunque su verbo se condensa y profundiza, situándose afín a voces silenciosas (José Corredor-Matheos y José Ángel Valente): “En esta, la más frágil,/ la rama incierta del mirar,/ donde se posa el día ahora/ con la retama en flor del alba,/ casi vuelo/ cuajado de fulgor...” (p.23)
Amables lectores de Lanza, nunca deberíamos perder las cosas importantes: amar y ser amados, libres... Para comprender, al joven poeta le sirven tres versos: “Ya solo se oyen los vencejos/ gritando en medio de la luz./ Como si nada hubiera sido.” (p.70)
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