“Un hombre allí pinta los datos en las losas.
Sólo pinta esto, los nombres y los días.”
Esperanza López Parada

Darío Frías (Tudela, Navarra, 1975) ejerce como Maestro de Educación Primaria. Realizó cursos de Filología Hispánica y Filosofía Pura en la Universidad de Zaragoza. Lleva tres años de fortuna literaria, con 6 libros y 6 premios: “Las afueras del tiempo” (2013), Iparragirre Saria (Gipuzkoa), modalidad poesía en castellano; “La dimensión de lo invisible” (2014), Divendres Culturals (Cerdanyola del Vallès), modalidad castellano; “Volverse sombra” (2015), Alfons el Magnanim (Valencia), poesía en castellano; “En la región de Escitia” (2015), Nacional de poesía “Nicolás del Hierro” (Piedrabuena); “Los nombres y los días”, “Ciega de Manzanares” (Huerga&Fierro. Madrid, 2015); y “Apuntes de invierno”, Nacional de poesía “Blas de Otero” 2015, (recién otorgado en Majadahonda, Madrid).
Darío Frías intenta contradecir la distinción que hacía Antonio Machado entre “voces y ecos”: quiere “confundirlos y que el lector no sepa dónde empiezan las voces y dónde los ecos.” Escribe poemas cuyos versos avanzan silenciosos y conducen al final de la vida. Sienten pasión y presienten ausencias, soledad, espejismos... Hacen preguntas que cuesta demasiado responder. Así comienza su valiosa reflexión a 5 voces (John Milton, Allan Poe, Hölderlin, Wittgenstein y Al-Ramadi) sobre la muerte: “Cansado de velar/ la delicada red de tantas sombras,/ vuelvo la mirada hacia otro lado/ y escribo.” (p11)
“Los nombres y los días” incluye 56 poemas (más proemio y coda) en 5 partes. La primera, 9 cantos en voz de John Milton. Le dicta sus últimos versos a Elizabeth Minshull, compuestos mentalmente la noche anterior (Londrés, 1674): “Qué quietud sería ahora/ escuchar el tacto de la tierra/ y esperar que una mano muy blanca nos borrase/ la arena de los labios.” (p18)
Siguen 13 misteriosos pensamientos de Allan Poe, mientras acompaña el cortejo fúnebre de Virginia Clemm (Nueva York, 1847): “Existes porque aún puedo tocar/ el silencio que fuimos.” (p38)
Hölderlin (13 poemas) declara sus ensoñaciones al Jefe del Servicio (Clínica Psiquiátrica de Tubinga, 1847): “Deja la desnudez,/ entre las flores/ sus párpados/ abiertos./ La eternidad es breve/ como un anillo/ de agua.” (p55)
Intuyendo la cercanía de su muerte, Wittgenstein (8 poemas) trabaja con Elizabeth Anscombe en el manuscrito del ensayo “Sobre la certeza”: “Fuiste todo/ el silencio/ que unas manos sin sombra/ pueden llegar/ a rozar.” (p64)
La quinta voz descubre una mirada sensual: el amor platónico que Al-Ramadi (13 poemas) sentía por la esclava Jalwa. Este poeta sufrió presidio en Medina Zahara, fue desterrado de Córdoba y volvió para ser condenado a vivir en silencio (año 970): “Voces que os unís/ como pájaros ciegos/ a la noche,/ velad conmigo/ el nombre del origen./ Las heridas,/ la niebla,/ la luz abandonada.” (p73)
Darío Frías Paredes atesora palabras esenciales (poesía desnuda), pero las deja libres volar en la noche, sin temor a los vientos del olvido: “Lo que existe y lo que no existe/ son ya la misma cosa:/ un puñado de signos, una voz/ crucificada.” (p89)
Remito felicitaciones al poeta navarro y saludos a los amigos que cuidan bien la cultura de Manzanares.
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