“Una sola palabra es la que nos libera
de todo el peso de vivir y por toda la vida.
Esa palabra es amor.”
(W. Shakespeare)
de todo el peso de vivir y por toda la vida.
Esa palabra es amor.”
(W. Shakespeare)
Los sonetos de Shakespeare no siguen la técnica del maestro Petrarca, cuyas influencias reconoce por afinidad romántica; ni se parecen a los españoles, gloria de Garcilaso: 14 versos endecasílabos de rima consonante, divididos en 2 cuartetos y 2 tercetos (ABBA ABBA CDC DCD).
El soneto en inglés isabelino lleva tres serventesios (rimas cruzadas) y un pareado final: 16 versos decasílabos agudos (pentámetros yámbicos) de rima consonante (ABAB CDCD EFEF GG). Entre los 154 de Shakespeare, hay 3 excepciones: el 99 tiene 15 versos (primera estrofa de 5, rima ABABA), el 126 son 6 pareados (12 versos) y el 145 es con versos octosílabos (arte menor).
William Shakespeare (Stratford, 1564-1616), autor de tragedias, comedias y dramas históricos, actor, empresario teatral, escribe sonetos apasionados que difunde solo para sus amigos y mecenas. Thomas Thorpe (poeta, editor y admirador) decide publicarlos en 1609, con dedicatoria secreta: “A la única persona a quien se deben los siguientes sonetos, el señor W.H., toda la felicidad y aquella eternidad prometida por nuestro inmortal poeta, le desea el que con sincera voluntad se aventura a publicarlos. T.T.”
La cegadora luz del misterioso bardo supera límites, pasadas y futuras percepciones: no sabemos el significado de las siglas W.H., ni la identidad del joven amigo, ni de la dama oscura, ni del poeta rival. Shakespeare juega con imágenes y metáforas, ambiguas expresiones inglesas, fuentes donde fluyen platonismo y sensualidad (amor, celos, ausencia), conectados a puros ideales.
Realidad o ficción, 126 sonetos van dirigidos al joven, 26 a la dama oscura (casada que mantiene con ambos relaciones íntimas) y 2 recrean mitos griegos. Pide al joven casarse, procrear, legar su divina belleza. Herido “Cisne de Avon”, lamenta ser hombre y no mujer, abrazar en público el amor verdadero: les rodean sombras, el bien sirviendo al mal y la censura del talento. Quiere morir, pero resiste para no dejar solo a su amigo del alma.
Desde la primera traducción en prosa de Luis Astrana Marín (Obras Completas de W.S. 1929), los célebres sonetos han inspirado múltiples aproximaciones, “locuras” con versos rimados y blancos de 11 a 14 sílabas. Jorge Luis Borges (gran sonetista) afirmaba que nunca se podrían descifrar.
Shakespeare conocía miserias y grandezas humanas: la vida es materia de sus inmortales obras. Recordamos el soneto 23 (uno de los más bellos), en la versión clásica de Carlos Domingo: “Como imperfecto actor en una escena/ a quien el miedo del papel aparta/ o como fiera cosa de ira llena/ cuya pujanza su poder descarta,/ así por falta de confianza omito/ el rito que al amante es adecuado/ y de mi amor la fuerza debilito/ por su propio vigor sobrecargado./ Tenga entonces mi escrito la elocuencia/ y de mi pecho mensajero mudo/ por mi amor y mi premio dé su lucha./ Percibe en él lo que mi voz silencia/ y que mi lengua pronunciar no pudo./ El amor sabio con la vista escucha.”
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