28 dic 2021

Federico Gallego Ripoll y su memorable “Jardín Botánico”

 “La vida es el estreno de un traje de domingo/
entre dos absolutos de plena desnudez.”

(F.G.R.)

Antes de comentar este “Jardín Botánico”, nuevo libro de poemas que Federico Gallego Ripoll (Manzanares, 1953) publica en “Cuadernos de la Errantía” (Madrid, 2021), quiero dejar muy clara mi valoración favorable para su posible distinción con el Premio Nacional de Poesía y/o de la Crítica. Justo reconocimiento al creador manchego cuya trayectoria suma 20 lúcidas obras (casi todas premiadas), más “Un lugar donde esperarte” (Antología Poética 1981-2007. BAM. Ciudad Real, 2008), situándole por derecho propio entre los más importantes poetas españoles contemporáneos.

“Jardín Botánico” atesora 49 poemas ordenados en 7 partes con 7 poemas cada una; más el umbral titulado “Propósito”: “Yo quiero ser feliz/ como el árbol que tiene/ tierra justa para crecer,/ agua bastante,/ aire sobre sus ramas/ y, en ellas, trinos/ y quien busque a su sombra/ la levedad de un sueño./ Y tenerte también/ a ti para contártelo.”

 

Ardiente voluntad de vivir, serena percepción del aquí y ahora que reclama felicidad, buscando la belleza desnuda, el misterio de la vida, cada lugar y cada relación, la naturaleza vegetal y animal: “Toda música nace del silencio/ y cada perla es fruto de un error./ No menosprecia el fuego a la ceniza./ Por eso debes hoy/ curar la lengua mínima del pájaro,/ porque nada acontece si el jilguero no canta.”

Su libertad emerge sobre la grandeza inaccesible que se intuye al mirar las estrellas, deseando vencer la soledad, esa melancolía que consigue dañarnos: “Se aturde el corazón si las estrellas/ techan de nuevo el mundo, súbitamente,/ con su red rebosante de peces que se agitan./ Y algo sutil nos tiembla/ en el hueco que nos dejo la infancia.”

Hombre y poeta juntos para recobrar un ámbito donde las cosas, los objetos, el paisaje y los afectos aparecen en su esencialidad, porque en la raíz de lo pequeño y sencillo, en las espinas y el dolor, en la fugacidad del tiempo y en el silencio eterno, radica la trascendencia que condensa en su interior la luz en temblor primigenio: “Poesía es/ acunar en los dedos/ toda la muerte ajena,/ saber/ que del miedo proceden/ el mar y tu mirada,/ que dentro de los huesos/ mana dulce/ lo que nunca termina,/ lo que estalla en el llanto/ de los niños:/ cuando piden la luna/ lo que piden/ es no morir,/ y Poesía es/ decirlo bellamente.”

Federico Gallego Ripoll - Fotografía Henar Sastre

Federico dialoga con todas las formas posibles del enigma, que son las que el hombre va descubriendo a lo largo de la vida, el amor y la muerte como partes o elementos integrantes de la tragedia humana: “Nadie lo dude: muere/ cuanto es mortal. Y no se inmuta/ la plenitud del árbol,/ la opulencia/ del sol naranja, la tersura/ magnética del aire vuelto en círculos:/ sólo mi realidad,/ sabedora del tiempo,/ envejece.”

“Jardín Botánico” recuerda los hermosos paraísos (Madrid, Palma de Mallorca, Granada, Barcelona), que visitamos llenos de juventud y seducidos por amores inolvidables.

 


 Existen motivos suficientes como para estar preocupados ante la desviación y vulgaridad lírica española de las últimas décadas. Poetas en absoluta decadencia, libros para olvidar en la mayoría de los casos. Pocos mensajes valiosos, aunque el nombre de su autor o autora (locos por salir en la foto) se quiera divulgar a bombo y platillo. Pero nada de nada: humo y fuegos de artificio. La poesía seria, lo que se dice Poesía, destaca por su ausencia. Mejor dejar que sueñen las palabras dormidas.

Contaminada la verdadera poesía, basta con saber moverse en los círculos provincianos y participar en textos colectivos de ridículas editoriales, para conseguir ganar adeptos. No les importan originalidad ni calidad artísticas, impulsar voces nuevas, propiciar necesarios relevos generacionales. Hay promotores que sobre todo buscan notoriedad. Sin embargo, y me alegro por ello, alguna vez aparecen altruistas editores para romper con la inercia de lo superficial y grotesco.

Hace falta leer buenos libros, aprender con maestros imprescindibles como Federico Gallego Ripoll, cuyos versos mágicos, entrañables, profundos..., logran siempre conmover.


Publicación en Lanza

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