No existen buenos ni malos poetas, sino poesía capaz de conmover. Nace del ingenio y crece con la pasión de autores enloquecidos y editores especiales.
Desde Juan Alcaide, La Mancha ciudadrealeña tiene voces prestigiosas. Nombraré sólo a los Premios Nacionales de Poesía: Eladio Cabañero, Félix Grande y José Corredor-Matheos (1963, 1978 y 2005); Traducción: José Corredor-Matheos y Ángel Crespo (1983 y 1984); Crítica: Eladio Cabañero (1971), y Nacional de las Letras: Félix Grande (2004).
Pero también “se cuecen habas” y se hacen favores a cobro revertido. Hablo en serio; me preocupa que abunden poetas “camaleones”, especialistas distinguidos por jurados afines. Loan a la Virgen o al melón de huerta, según las bases. Repiten como morcillas, pero consiguen publicar libros, muchos libros, aunque no dicen nada.
Otros poetas necesitan reconocerse, respirar y llenarse de luz, pasiones, vida. Sueñan cuando escriben –inocentes niños–, dan todo por nada. Escudriñan silencios, pueden ver lo visible y lo invisible: “/…/ aquella niña que se perdió / por las grietas de Sodoma.” (En el libro titulado “Gracias a la yerba”. Inédito)
Arden desde la piel al alma, sienten dolor muy dentro, profunda melancolía. Deben luchar entre las sombras –desnudos– con un ángel terrible, rescatar del olvido palabras: “los recuerdos son interminables hileras de cosas pequeñas / como letras avecillas insectos.” (Estaribel. Nº 2. Universidad Popular de Puertollano, 1983)
Nos conocimos en el “pueblo de las dos mentiras: ni puerto, ni llano”. Chema llevaba siempre poemas escritos en servilletas de bares. Ana Mª, Julio, Charo, Pedro, Víctor… Un joven taller literario con muchas ganas de “comerse el mundo”, decididos a cambiar tiempos de temor y censura, por valores culturales positivos, renovadores, libres.
Elaboraban la revista Estaribel, núcleo donde confluían autores, estilos y tendencias de la provincia, región y resto del país. Excelentes colaboraciones, entrevistas, ensayos. También aparecían algunos inéditos: “este autobús un autobús gris / corre la siesta interminable / desde babia a la tierra de jauja / sin detenerse en algún otro sitio /…/ jauja supone el fin de trayecto / cruzando el puente la carretera / la calle el cerro el campo y el mar”. (Estaribel. 1984. Del libro inédito titulado “letras avecillas insectos”)
José María Torres Fabero, además de ser un original poeta, realiza creaciones visuales (integración de poesía, dibujo y diseño gráfico), adaptaciones teatrales y críticas literarias en varios medios, como el diario LANZA.
Obras fundamentales nutren su talento, claros exponentes vanguardistas que van del simbolismo al dadaísmo, pasando por ultraísmo y superrealismo, para definir en Babia-Detroit su propio lenguaje, pacífico y rebelde, conmovedor: “Eran el horizonte, tu voz y el no sabernos. /.../ símbolos que anhelaban en vano una forma, / los mismos símbolos que cultivaran la tristeza a la sombra del reloj / con agua de paradojas, / las que ahora se disfrazan de toda esa virginal tibieza.” (p.24)
Citar a quienes viven y mueren por la palabra; conocer las hermosas cartas de Rilke; caer y levantarse por amor; proyectar imágenes y perspectivas sugerentes con poemas apasionados, turbadores…, son puntos vitales en la creatividad de Chema T. Fabero: “De otro modo sería imposible caminar por el delirante incendio / que esta noche devasta las esquinas antes ingenuas / de la calle principal del pueblo. / Sólo siendo fuego sobre fuego y contra fuego.” (p.25)
Dividido en tres partes, Convictas, las huellas (I), Un poco de certeza (II) y En perfecta anarquía (III), Babia-Detroit reúne textos de diferentes matices. Los primeros 20 poemas acentúan voces melancólicas, sensuales, metafísicas, elegíacas. Testimonio triste para recordar la figura del padre: “Cebos a la ceguera, tierra, muros con verdina, ceniza que aún barrunta / el maldito incendio que fuera, la tarde por el tuétano reconocida, / fecha en el pudridero, amor, más tierra, / sed y ocho veces tierra…” (p.28)
Versículos cargados de certezas y dudas, mensajes melódicos, realismo existencial. El poeta sabe que son algo súbito, luminoso, vital; pero frágil y breve, como el hombre. Ciudades sobre arenas movedizas, cuerpos que se devastan a sí mismos.
Un tigre acecha corzos y selecciona la víctima con claridad, inspirado por el terrible don que tienen los malditos para comprender falacias, invasiones, muertos colaterales… Defiende sus dominios, resiste, provoca nuevos actos vitalistas: “Ya conoces el limo rojo que me recorre, su voluntad de ser / -hoy boreal, finalmente llovido- limpio aceite sideral / que lubricara la mecánica de lo vil y lo siniestro, su herramienta, / el mejor escenario para Hermosura.” (p.35)
En los 21 poemas que componen la segunda parte, Fabero construye lo que calificaría de ensayo en torno al hecho creativo: Palabras de carne vuelan del interior al exterior, cargadas de recuerdos, islas y naufragios, preguntas sin respuesta, historias que no son sólo como parecen.
Babia-Detroit atesora sueños, lumbres y cenizas entrañables. Detrás de las palabras existen selvas urdidas por dioses derrotados, donde recarga su rifle el cazador furtivo: un manantial de versos en el punto de mira: “…dime ahora qué idiomas de qué fieras, / qué coro animal reproducías, enloquecido amor…” (p.42)
Humana soledad: noches, cielos, infiernos…, deseando volar el poeta mientras arden los pájaros. Indagadoras, oscuras y transparentes palabras; verbos y poemas suicidas; cumbres y precipicios para lograr que las cosas y los sentimientos amplíen su voz: “Es el eco primero de los silencios. / Escucha. Nada más fecundo ni más tenaz / que este callado enjambre de animales y de hombres.” (p.43)
María Zambrano nos advierte: “La poesía lo es todo. Todo, entendamos, en relación con la metafísica; todo en cuanto al conocimiento, todo en cuanto a la realización esencial del hombre. El poeta se basta con hacer poesía, para existir.”
Para Chema Fabero, lenguaje significa patria; poesía, horizonte; escribir, deber. Ha sabido sumar experimentación, metáforas y coherencia expresiva, percepción y realidad, para cuajar un trabajo lúcido, ciertamente valioso. Su decir libertario revela sensaciones y músicas desconocidas: “Las palabras así, apresuradas en su oficio, en afán de sexo desunidas, / aspirantes a idiomas genitales nos parecen, caricias malogradas…” (p.45)
Por discrepancias entre filosofía y poesía, Platón ordena que los poetas “imitativos” (afines a los “camaleones) sean expulsados de su “República ideal”. Hoy, este poeta, humilde ciudadano de condición universal, denuncia nefastas consecuencias del voraz sistema capitalista: grupos de presión, dogmas y servidumbres, una sociedad insolidaria. La verdadera pasión corrompida por seres vacíos y depredadores hipócritas, recluida donde nada es posible: “…nada más que la vida, / nada más que las horas desleídas en el sudor espeso / de quien apagadamente escribe, ya no importa saber en qué momento Babia se transformó en Detroit…” (p.54)
Babia-Detroit es valiente, certero, cultivador de estilos y niveles de lenguaje de tanta belleza como complejidad. Dos sonetos en alejandrinos lo concluyen, recordándome los escritos por Agustín García Calvo sobre el ser y no ser.
Chema T. Fabero –tocayo y amigo–, guardaba tus primeros poemas en mi corazón, ese lugar seguro donde permanecen vivas las ilusiones inolvidables de aquellos años. Te felicito por este primer libro publicado. Vendrán otros, estoy seguro. Los versos cazadores de luz…, originales y sinceros, merecen ser considerados en la poesía manchega contemporánea.
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