5 abr 2014

Voces

Davina Pazos espera que las sombras iluminen sus versos.

“No es el amor quien muere, 
somos nosotros mismos.”
Luis Cernuda.


Davina Pazos siente brotar de los libros mágicas ilusiones, mundos sin fronteras, y con 12 años inicia su caminar poético: labor incesante, silenciosa, profunda, que solamente pide fidelidad. 

Nacida en Quito, capital del Ecuador y Ciudad Patrimonio de la Humanidad, Davina tiene doble nacionalidad y dos grandes amores, Ailín y Derian, sus hijos. Residen en Madrid, donde trabaja como funcionaria del Consulado General del Ecuador. Es compañera del grupo literario Guadiana. Colabora en revistas y recitales. Ha publicado tres libros: “Hasta la muerte ¡Carajo!” (Col. Manxa. Nº 17. Ciudad Real. 2006), “Lo que más me duele es tu nombre” (Premio “Ernestina de Champourcin”. Diputación Foral de Alava. 2007) y “Voces” (Ed. Vitruvio. Madrid. 2014). 

Conmovida por nuestra realidad implacable (¡tanto cuesta sobrevivir!), Davina Pazos espera que las sombras iluminen sus versos, dramática ternura de mujer solitaria frente al esposo muerto, cuyos labios insumisos vienen para bendecir cada rincón del alma: “Abandono la muerte/ para verte dormida,/ amanecer contigo,/ y tocarte las puntas de los dedos/ cuando a tientas me buscas/ en mi lugar de siempre,/ en tu costado.” (p.9) 

Davina juega con la muerte, lugar de pasiones y cuerpos desnudos, pájaros libres, unidos a 28 poemas que titula Voces: “Más profundo debiste/ mandar que me guardaran,/ más tierra, más ausencia,/ más peso sobre el peso de tu carne,/ para que fuera tu agua y tu alimento,/ gusana mía,/ caníbal de mi alma.” (p.28) 

El amante, fruto de la memoria, sufre días y noches por dejarla, lucha siempre, lo recuerda todo: “Si hubieras sido tú/ la muerta/ mi dolor no podría sostenerme,/ me habría ido contigo,/ me habría roto en tus ojos...” (p.55) 

Davina Pazos, su corazón inmenso dispara rosas, mundos sin barreras ni temores, sólo palabras: ellas impulsan y sostienen la verdadera poesía: “No quitarte la ropa/ se me hará más difícil;/ es que eres tan relámpago,/ desnuda,/ que hasta los muertos/ ya ves, se te reviven.” (p.36)

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